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lunes, 26 de enero de 2009

Como corderas al matadero...

Sigo por aquí, diciendo las injusticias a las que estamos sometidos el colectivo de interinos, un colectivo hetereogéneo, y que no se donde iremos a parar.

En sanidad después de meter a todo el personal sanitario por medio de un informe y una entrevista personal, ahora hacen otra consolidación de empleo por medio de unas restringidas en las cuales van a consolidar el trabajo hasta gente que lleve trabajando menos de dos años ya que el número de plazas es alto.

En la universidad se han realizado lo que ellos han llamado "Medidas especiales para la consolidación del personal interino", con su convocatoria correspondiente.

Y ahora se plantea a los jueces meterlos a dedo sin siquiera oposición, hacerlos funcionarios por los méritos de la carrera.

Y podría seguir hasta el infinito...

Pero no, la educación es distinta hacer cualquiera de estas cosas según los sindicatos mayoritarios es inconstitucional, y mientras seguimos con muchas oposiciones aprobadas y muy buenas notas, o por lo menos hablo por mí, quedándonos fuera de un sistema de acceso injusto a todas luces, que solo se interesa por tener un personal flotante que les tape los parches.
Esos parches llamados interinos tenemos vida, y queremos una estabilidad laboral para poder desarrollarnos profesionalmente, y parece que pido una quimera...

Porque cada vez que oyes a un ministro hablar se les llena la boca de pedir a las empresas privadas que hagan a su personal fijo, pero en su casa no ve lo que ocurre.

Y seguimos aguantando, sin de verdad hacer una presión efectiva, como corderillas al matadero. Así me siento como un corderilla al matadero, con mi destino en manos de gente que no entiende que la estabilidad en el empleo es un derecho de los trabajadores contratados una y otra vez por una empresa llamada Administración.


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"De repente silbó la máquina, apareció el humo, luego el tren. En un furgón cerrado, en unas estrechas ventanas altas o respiraderos, vislumbraron los hermanos gemelos cabezas de vacas que, pasmadas, miraban por aquellos tragaluces.

-¡Adiós, Cordera! -gritó Rosa, adivinando allí a su amiga, a la vaca abuela.

-¡Adiós, Cordera! -vociferó Pinín con la misma fe, enseñando los puños al tren, que volaba camino de Castilla.

Y, llorando, repetía el rapaz, más enterado que su hermana de las picardías del mundo:

-La llevan al Matadero . . . Carne de vaca. para comer los señores, los indianos.

-¡Adiós, Cordera! -¡Adiós, Cordera!

_ -Y Rosa y Pinín miraban con rencor la vía., el telégrafo, los símbolos de aquel mundo enemigo que les arrebataba, que les devoraba a su compañera de tantas soledades, de tantas ternuras silenciosas, para sus apetitos, para convertirla en manjares de ricos glotones . . . -¡Adiós, Cordera! . .

-¡Adiós, Cordera! . "

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